miércoles, 11 de agosto de 2010

PIOGONAQ - HERMANO CACUY

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Juntos, en el monte, vivían dos hermanos tan distintos uno de otro como el día lo es de la noche. Él era un muchacho de buen corazón que quería tiernamente a su hermana y hacía todo por complacerla. Ella, caprichosa y egoísta, retribuía tanto cariño con maldades e ingratitudes.
Su corazón era tan duro que un día terminó por cansar a su hermano: “Que muera (decidió él entonces) pero no la matarán mis manos.” Y sabiendo cuánto le gustaban los dulces a su hermana le dijo que en un árbol, no muy lejos de la casa, había encontrado un panal de abejas, pero que necesitaba su ayuda para poder alcanzarlo. Sin imaginar lo que él tramaba, ella lo siguió hasta el lugar. Cuando llegaron, le pidió a su hermana que vendara sus ojos para que los protegiera de las picaduras...
Cuando alcanzaron la copa, ella esperó las indicaciones de su hermano, sin darse cuenta que él había comenzado a bajar cortando las ramas para impedirle el descenso.
Así las horas fueron pasando. Rendida de cansancio y como nadie contestaba sus llamados, se quitó las vendas y, al darse cuenta de lo ocurrido, se largó a llorar amargamente, arrepentida de su mala actitud. Tanto sufría allí arriba que Dios se compadeció de ella y transformó sus brazos en alas para que pudiera escapar. Desde entonces, el Cacuy llama con su triste canto al hermano perdido.

 Por Flavia Toscazo
Resistencia - Chaco